Ahora, va por ella.
Va por esa niña que durante más de 4 años, ha estado día tras día sacándome una sonrisa.
Tú. Nuria.
No creo en Dios, la verdad, pero si existiera, me gustaría arrodillarme ante él y darle las gracias, millones de gracias, por habérmela puesto en el camino.
De todas las amigas y amistades que he podido tener a lo largo de mi vida, ella es la que me ha dado fuerza para seguir.
A día de hoy, no está conmigo, está de vacaciones durante todo el verano, pero sé, que esté donde esté, se acordará de mi tanto como yo de ella.
Cada día, cada mañana, cada tarde, cada noche, me acuerdo de los ratos que pasábamos juntas, tiradas en el suelo, mirando al portátil buscando películas, agarradas de la mano.
Cada vez que me despedía de ella, sentía que perdía una parte de mi, aunque sabía perfectamente que al día siguiente iba a volver a estar a su lado.
Es de estas personas que adoras y no sabes porque, y cuando la conoces, aprendes el porque.
Si algún día la perdiera, perdería una hermana, perdería lo mejor que tengo. Lo mejor de mi vida.
Y cuando vuelva, la adoraré, como nunca lo he hecho antes, le abrazaré y con eso le diré todo lo que la he echado de menos, las horas que me he pegado pensando en ella, porque repito una vez más, no es mi amiga, ni mi mejor amiga, es mi HERMANA.

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