domingo, 15 de julio de 2012

No he vuelto a mirar hacía atrás.

Había cosas que me hacían darme cuenta de lo mucho que le quería. Del montón que llegaba a necesitarle, aún sin querer.
Siempre me ha gustado ser independiente, no depender de nadie, que mi estado de ánimo no dependa de una persona o situación.
Pero él había sido mi excepción. Sus mensajes eran sinónimo de mi sonrisa, su voz era igual a mi felicidad y tan solo sus caricias me hacían despertar y darme cuenta de las cosas.
Cuando estaba él, todo tenía más sentido, él me explicaba las cosas de una forma excelente, me hacía ver o mejor dicho, creer, que el mundo no era tan malo como yo pensaba.
Pero dicen que todo lo bueno acaba, y es cierto, minutos antes de despedirnos, nos quedamos tumbados en el césped, mirándonos de cerca, muy cerca, tan solo él y yo y nuestros ojos, clavados los del uno en los del otro. No había ruidos ni personas que fueran capaces de molestarnos, me dijo que me quería y se puso enfrente de mi, desde aquel momento nunca más he vuelto a mirar hacía atrás.

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