- ¿Qué te apetece hacer ahora?
+ La verdad es que no lo sé.
Ella no le miraba a los ojos, mientras que él solo le intentaba buscar la mirada.
- ¿Sabes lo que me apetece hacer a mi?
+ A ver, dime.
- Me apetece tumbarnos en algún lado, abrazarnos, besarnos y acariciarnos.
Aquello la había dejado sin palabras, quizás no buscaba lo mismo que todos, quizás la quería de verdad. Eran amigos desde hace mucho tiempo y todo aquello le había pillado por sorpresa, pero ahora eran novios y tenía que aclarar bien sus sentimientos.
+ Vaya, me parece una genial idea, podemos ir a mi casa, no hay nadie.
- Eso si que es una genial idea.
Se limitaron a sonreír de nuevo, mientras él conducía prudentemente hacía la casa de su actual novia. No se lo podía creer, aquella chica, ahora, era su novia. La quería, la quería con todas sus fuerzas y no iba a dejar, que nada ni nadie, se interpusiera en su camino.
Al llegar a casa, se pusieron cómodos, se tumbaron en el sofá, ella encima de él y como bien había propuesto, se abrazaron durante minutos, se besaban con tantas ganas que se destrozaron los labios. Solo había miradas de complicidad y caricias que decían que todo iba a salir bien.
- ¿Sabes una cosa?+ No, dímela.
- Antes, cuando solo eramos amigos, me parecía increíble todo lo que hacías, tú forma de andar, de hablar, de respirar. Me parecía increíble mirarte a los ojos. Si todo eso me parecía tan increíble, imagínate lo que he sentido al besarte por primera vez.
De nuevo se había quedado sin palabras. ¿Cómo no se había fijado antes en él?. Ahora estaba segura de todo. Le quería, le quería para ella, solo y únicamente para ella y no iba a dejar, que nada ni nade, se interpusiera en su camino.
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