Estaba realmente cansada. ¿Qué me pasaba ese día? Hay que decir que eran las 12 de la madrugada, que hacía rato que se había ido a dormir el sol.
Decidí ir a dormir, ¿qué otra opción me quedaba? Me eché en la cama y pensé en todo lo que me había pasado durante el día. ¿Qué puede ir peor? Me pregunté a mi misma intentando caer en el sueño.
No hacía más que repetirme a mi misma lo pequeña que era, lo grande que era el mundo para mi. La de cosas que todavía no podía hacer y lo poco que valía.
Unos minutos más tarde, sonó el timbre de mi casa. ¿Quién podía ser a esas horas? No esperaba a nadie.
Me levanté con mucho cuidado intentado hacer el mínimo ruido posible para no levantar sospechas de que en la casa, había alguien.
Miré por la mirilla de la puerta arriesgándome a cualquier cosa, ¡qué tonta que llego a ser!
Era un chico, alto, rubio, con un traje y un maletín negro. Sonreía con amplitud, ¿por qué? ¿me estaría viendo?.
No sabía si abrir, pero lo hice. ¿En qué estaría pensando? Son las 12 de la madrugada, un desconocido llama a tu puerta y tú le abres, sin duda, era yo, no podía ser otra.
Cuando me di cuenta, la puerta estaba de par en par y la mirada del chico estaba completamente fija en mi.
Que miedo, que nervios.
Me miró y sin más, esbozó una sonrisa, preciosa, pero a la vez me causaba miedo.
- ¿Puedo pasar y sentarme contigo en el sofá?
Aquella voz me cautivó por completo. ¿De qué iba ese chico? ¿Quién era? ¿Por qué abrí la puerta?
El chico no dejaba de mirarme y sonreír a la vez. Estaba aturdida pero por segunda vez como una estúpida, acepté. Le dejé pasar y nos sentamos en el sofá.
Me miraba constantemente.
+ ¿Quién eres?
Pregunté finalmente con un hilo de voz. Me miró y desvió la miraba por un segundo. Bf, que alivio. Esbozó una fuerte carcajada y seguidamente se llevó las manos a la cabeza acariciándose su rubia melena.
- ¿Por qué siempre me preguntáis lo mismo? ¿Nunca vienen desconocidos a sentarse en vuestro sofá?
Le miré arqueando una ceja, no podía ser cierta aquella pregunta.
+ ¿En serio me estás preguntando eso? No sé quien eres, ni siquiera sé porque te he abierto la puerta y en menos de un segundo te has sentado en mi sofá.
- Bueno, yo no te he obligado a ninguna de las dos cosas, tú has abierto y tu me has dejado sentarme aquí.
Me miraba sin dejar de sonreír y expulsaba de vez en cuando alguna carcajada tímida. Antes de que me diera tiempo a contestarle, comenzó a hablar él, con la misma voz que antes, seductora.
- Soy el mundo, me han mandado aquí para que hable contigo. Soy cada amigo/amiga que tienes y soy también todas aquellas personas que odias. Soy tus padres que tanto amor te han dado y todos esos padres que maltratan a sus hijos por placer.
Soy aquel chico que te rompió el corazón y ahora está diciéndole 'te amo' a otra. Soy tu primer amor, y tus primeros estudios. Soy ese examen que te salió tan mal y al final lo aprobaste. Soy esa sonrisa que te dedica el chico que te gusta y esa mala cara que le pones cuando te pica. Soy esa canción que odias y esa canción que te transporta al mundo paralelo. Sé que no me crees, pero estoy aquí para ayudarte.
Me quedé asombrada. ¿Qué narices me estaba contando? No entendía nada y en mi cara se notaba. Una expresión de malestar y de pocas ganas de escucharle. ¿Qué habré hecho para merecer esto? Lo pensé para mis adentros sin llegar a contestarle nada.
- No has hecho nada para merecerlo, simplemente vengo a hablar contigo.
¿Había leído mis pensamientos? Realmente la situación me daba miedo, mucho miedo. Me alejaba ligeramente de él y éste se acercaba a mi con la misma sonrisa de antes, poco más y me enamoraba.
- Solo quiero decirte que no eres pequeña para el mundo, es decir, para mi, ni tampoco soy tan grande. Todo lo que tienes es porque puedes superarlo, puedes superarte a ti misma y llegar al límite, tan solo debes proponertelo.
¿Cómo sabía que había pensando en eso? ¿En qué el mundo era grande para mi? Seguía sin entender nada. Al girar mi cara para contestarle, ya no estaba. ¿Hola? No estaba.
Tenía miedo, quizás se había escondido y me iba a hacer algo. No quería moverme, pero poco a poco, me fue entrando el sueño. Me acurruqué en una de las esquinas del sofá y me quedé profundamente dormida.
Al día siguiente, abrí los ojos temprano, ya que la espalda empezaba a quejarse por dormir tantas horas en esa postura tan incómoda.
Nada más abrir los ojos, pude ver una nota de papel justo en frente mío en la que ponía: 'BUENOS DÍAS CHICA NO TAN PEQUEÑA PARA EL MUNDO'.
Me quedé perpleja, ¿todo había pasado de verdad? No lo sabía y realmente, no lo sabría nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario