sábado, 26 de mayo de 2012
No te escondas.
Me levanté con pocas ganas, como de costumbre. Hice todas las cosas que suelo hacer en los días normales, como ducharme, vestirme, arreglarme, desayunar, preparar mi mochila.
Le dí un último repaso al examen que tenía. No lo llevaba muy preparado, pero confiaba en aprobarlo.
Al salir de casa, me miré en el espejo por un instante y sonreí. Al verme, salí de casa pensando, que no debía volver a hacerlo. Odiaba mi sonrisa, era tan fea como falsa.
La mañana, fue una mañana normal. Estando en clase, y haciendo exámenes. No salió del todo bien el que había preparado, pero como ya sabéis, no lo preparé lo suficiente.
Seguí mi rutina hasta por la tarde. Salí a comprar, para hacerle un favor a mi madre, cuando de repente choqué con un chico. Me ayudó a levantar y recogió conmigo la compra. Le sonreí agradecida a lo que él respondió:
+No hace falta que me agradezcas nada, con esa preciosa sonrisa, me doy por satisfecho.
Yo, que siempre había odiado mi sonrisa, no supe muy bien que decir, y me limité a sonreír nuevamente. Nos intercambiemos los números de teléfono y cada uno siguió con su camino.
Al caer la noche, me llegó un mensaje que decía: "Me hubiera pasado minutos y minutos mirando tu sonrisa sin apenas pestañear. Nunca dejes de sonreír".
Este mensaje me hizo ver una cosa. Puede que tú no te gustes, o que haya cosas de ti, que no te acaben de convencer, pero no las escondas. Nunca saber quien se puede enamorar de ellas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario